lunes, 26 de septiembre de 2011


Cuánto pesa la luz
que filtran las rendijas,
cuánto miden las faldas
del silencio,
cuándo puedo quejarme
sin pecar de impaciencia.

Cuándo un “no te preocupes”
debe quitarme el sueño,
o cuándo interrogación
o cuando adverbio.

Son tantas las preguntas
que se quedan
a un paso,
dudando en el zaguán.

Las tardes alargan, poco a poco,
tus rectilíneas formas,
sueltan lastre de luz.
Es la señal.
Siempre queda un resquicio
para lo sorprendente,
pero confieso
que no esperaba a Einstein
en la cola del paro.

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