jueves, 27 de noviembre de 2014

La dimensión y el límite




En el principio, allí donde las nubes viven su niñez
y las flores de sándalo perfuman con su esencia las incógnitas ,
allí, entre  columnas  de capiteles sobrios
y fustes  flambeados por el sol de poniente,
allí donde los vientos azotan las entrañas
hasta resecar la huella del lamento,
allí se alza el templo de Opmeit.
La voz de Opmeit es respetada
 y su cólera temida por  los hombres.
Opmeit es sabio, es ecuánime , es generoso.
El conoce lo que ha de venir ,
no tiene principio ni tendrá final.
En Él está la consumación de todo lo hecho.
Por Él abandonará  la  luz a las criaturas
y antes de amanecer volverá a ellas
y el canto de la alondra se negará
a la vanidad de la penumbra.

Mi mente estaba inquieta, anegada de luz  en su delirio.
 No conocí el sueño. Apenas el alba proclamó
la más incruenta derrota de la noche
emprendí el camino hacia el templo de Opmeit.


Detrás de mí quedaron
las orgullosas cumbres que sometían los ríos
y burlaban los valles.
El pensamiento era  frágil como la solidez de la ceniza.
Al fin mis ojos atisbaron el templo
y al llegar a él postrándome  invoqué:
“Opmeit, Opmeit, decidme señor,
qué fue de la palabra, qué fue de los textos,
de los sagrados textos,
qué fue de los poetas que anunciaban  la tragedia gris del desamor.
Qué fue de las heridas abruptas de la guerra,
la estrategia del hambre,
 qué fue de los vencidos,
del poder de los reyes
por qué el silencio cómplice no golpea nuestras sienes.
Opmeit señor decidme,
dónde lleva el camino que trazaron
las raíces eternas del cerezo.

Opmeit habló y los astros se detuvieron.
“ Escucha mi respuesta,
recuérdala como los pájaros lo hacen
con sus nidos en cada primavera.

De donde yo vengo
allí tu llegarás y no has de hallar en tu avance
zarza o Minotauro que te lo impida.
Escucharás el rumor de los días,
el limpio crepitar de los meses,
el latido de la gota que cae lentamente de la artesa
sobre el jardín algebraico donde yacen los años

Cuando culmines  tu viaje hallarás las respuestas,
pero no habrás de contarlas a otros.
La muerte es sabiduría, cognición perfecta en la serenidad de la materia.

Y dicho esto,  Opmeit escribió su nombre
sobre la dorada arena que circundaba el estanque.
Nada turbó la pátina, la quietud solemne del azogue
y en el espejo del agua no se leía Opmeit ;
se leía tiempO.


  


































miércoles, 19 de noviembre de 2014

Y de pronto, otra vez















Y de pronto, otra vez,
del humus de la culpa
amaneció tu noche,
cocodrilo sin lágrimas,
devorando silencios
y verdades a medias.
Recogí mis enseres
uno a uno,
del lienzo de tus pausas,
como la bisectriz
fragmenta el ángulo,
en otros dos iguales
y distintos.
Te eché de menos
mientras bajaba los peldaños
de tus senos de azúcar
latiendo hacia mis labios.
Espérame donde nunca estaremos
opuestos por el vértice.
Yo no llegaré tarde.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

A Alejandro Torres










           A Alejandro Torres                                         

               “ No hay extensión más grande que mi herida ”
                                                      Miguel Hernández

Te sorprendió esa bala,
 esa maldita bala
de trayectoria errónea,
entre el fuego cruzado del destino.
Dicen que estaría escrito,
pero allí, entre mis brazos lívidos,
no había ningún profeta.
Tan solo brotaba a borbotones
tu coraje.
Quisiste  avanzar
hacia otros siempres,
de luces estancadas
entre verbos de plata,
más allá del valor
del que adolece
la injusta circunstancia
de tu presente hostil
erizado de noches.
No hay extensión más grande que mi herida
tan solo tu esperanza
sin obviar ni un instante
el rictus del desgarro,
tu humanidad inmensa,
que a pesar de las sombras
conviertes en castillo
de torres bien esbeltas
donde estamos a salvo,
pues nada en ti hay ajeno
a la estrella polar
donde ordeno mis pasos.