Penetra, muy despacio,
el singular perfume de tus ojos
y ya nada es igual a sí mismo.
Las hojas se aferran
a sus peciolos débiles
a refugio del viento encanecido
y baña mis orillas
el equinoccio añil de tu recuerdo.
Intento seguir tras los pasos de la memoria
pero todo es distinto.
Con la frente bien alta
y el verbo malherido
me encaro con mi orgullo.
Puedo ver su desprecio,
alarga la zancada
y se cambia de acera.
Despierto con el otoño
acostado a mis pies.
Echo un trago de lágrimas,
me esperan otros pasos.
1 comentario:
Tienes una sensibilidad realmente impresionante,me emocionas siempre..
Gracias.
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