Cuánto pesa la luz
que filtran las rendijas,
cuánto miden las faldas
del silencio,
cuándo puedo quejarme
sin pecar de impaciencia.
Cuándo un “no te preocupes”
debe quitarme el sueño,
o cuándo interrogación
o cuando adverbio.
Son tantas las preguntas
que se quedan
a un paso,
dudando en el zaguán.
Las tardes alargan, poco a poco,
tus rectilíneas formas,
sueltan lastre de luz.
Es la señal.
Siempre queda un resquicio
para lo sorprendente,
pero confieso
que no esperaba a Einstein
en la cola del paro.
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