Aún conservo
allí donde
la luz
era memoria,
una brizna
de tu recuerdo gris
pulverulento,
azul y
devastado.
Tu
rostro inolvidable
busqué
ayer, entre la maleza
de mis
áxones
a golpe
de escalpelo.
Un día
entero,
con todas sus noches
para encontrar
un rastro
en el
desierto inmóvil,
que es
atmósfera,
y me
inhala por branquias,
mientras mi yo zahorí
se
obstina en volver agua
los
granos infinitos
de esta
sílice.
Mas solo
encuentro tu rostro
iridiscente
en gotas de rocío,
no
conservo nombre
o dato
alguno,
que
justifique el por qué
de tu
insistencia
en
quedarte a compartir
esta
flaqueza que el tiempo
me
demanda,
se
venga así de astucias dilatorias
en
versos blancos
y una
mar arbolada
de
silencios
hace
encallar tu piel
en mis
rompientes.
Paco Montesinos 10/08/2015
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