Y de
pronto, otra vez,
del
humus de la culpa
amaneció
tu noche,
cocodrilo
sin lágrimas,
devorando
silencios
y
verdades a medias.
Recogí
mis enseres
uno a
uno,
del
lienzo de tus pausas,
como la
bisectriz
fragmenta
el ángulo,
en otros
dos iguales
y
distintos.
Te eché
de menos
mientras
bajaba los peldaños
de tus
senos de azúcar
latiendo
hacia mis labios.
Espérame
donde nunca estaremos
opuestos
por el vértice.
Yo no
llegaré tarde.
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