El sol nunca asomó
entre tus lienzos grises
obvió el pan y la sal
que le exigías
desde el lecho promiscuo,
cuando tu eras oración
y el éxtasis silencio.
Tus versos ácidos
buscaban con anhelo
la comunión con el dios
más oscuro
y una lágrima niña
partía desde mi sinsabor
hacia tus dudas.
Mírame ahora,
mírame eternamente
y deja en libertad
tu escueta fantasía,
pues solo es irreal
lo que ya existe.
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