Tu mano fría,
perfectamente sola
entre mis dedos
incapaces de darte una respuesta.
Tu mano se aferraba
a la única verdad,
al tiempo de la espera,
lo demás era obvio.
Tu mano como boca,
garganta entre dos almas.
Tu mano ya tan débil
gris y desdibujada
se alejó de la mia.
Imaginé un rictus
de extraña quietud
y no acerté a llorar
en tu ausente presencia
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