lunes, 26 de septiembre de 2011


Cuánto pesa la luz
que filtran las rendijas,
cuánto miden las faldas
del silencio,
cuándo puedo quejarme
sin pecar de impaciencia.

Cuándo un “no te preocupes”
debe quitarme el sueño,
o cuándo interrogación
o cuando adverbio.

Son tantas las preguntas
que se quedan
a un paso,
dudando en el zaguán.

Las tardes alargan, poco a poco,
tus rectilíneas formas,
sueltan lastre de luz.
Es la señal.
Siempre queda un resquicio
para lo sorprendente,
pero confieso
que no esperaba a Einstein
en la cola del paro.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Tu brillo y mi ceguera


De nuevo, como siempre,
incides en el ángulo
donde sabes convergen
tu brillo y mi ceguera.

Los sentimientos brotan
con aire derrotado,
y lamento los soles
que fueron mi guarida.
Lágrimas sin prospecto,
inundando de ocres
el armario sin llave
donde guardo
las almas del otoño.

Un mensaje diáfano
me llega de otro tiempo,
lo remiten las sombras,
el fugitivo cénit,
los silencios,
las golondrinas huéspedes
de los mismos aleros.

Ellas no sufren
del mal de la certeza.
La angustia de ignorar
si será eternidad
cuando oscurezca.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Tránsito impar


Despierto en los infiernos
de camelias azules
y malvaviscos cian
como olas insípidas.
El cha cha cha
surge del fondo
de mi cuello con fe
desmemoriada.
Recuerdo el tempo
y la medida,
danzad, danzad,
caderas, piernas, brazos.
El alma encaja
en cualquier sitio
con tal de quedar libre.

Barruntan el otoño
las nubes madreperla
que no escuchan al viento
en su tránsito impar
hacia mi oriente.
Me recuesto en los confines
del perro que lame
mis heridas de siempre,
aún sangran verbos.
Luego te dibujo otra vez,
quizá la última.